El inconsciente es algo muy resbaladizo y nadie sabe realmente de qué está hecho, pero Freud observó que tenía mucho que ver con el habla y el lenguaje.
Muy pronto observó que en la relación entre un bebé y su cuidador, el cuidador no solo atiende las necesidades corporales del bebé, sino que también nombra los llantos del bebé, asignando significados a sus diversas experiencias corporales, perturbaciones, satisfacciones e impulsos. En este proceso, las sensaciones del cuerpo se enredan con las huellas del habla, que dejan una huella en la psiquis.
Más adelante en su trabajo, Freud volvió sobre este tema, describiendo el inconsciente como un sistema hecho de "representantes" de poderosos impulsos corporales que pugnan por la satisfacción, por lo que les dio el estatus de "impulsos de deseo".