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No es necesario ser neurocientífico para comprender la importancia de las emociones en nuestra vida cotidiana. Gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por las emociones: perseguimos lo que creemos que encontraremos gratificante y tratamos de evitar lo que nos hará infelices. Aún así, en comparación con el movimiento, las habilidades sensoriales y cognitivas, la emoción está relativamente poco estudiada en neurología, quizás debido en parte a las mayores dificultades en la medición confiable.

El Dr. Robert Levenson una vez definió las emociones como "fenómenos psicológicos y fisiológicos de corta duración que representan modos eficientes de adaptación a las demandas ambientales cambiantes". La emoción orquesta una variedad de respuestas corporales y neurológicas que incluyen sensaciones en las vísceras (o "intestino"), expresiones en la cara y el cuerpo, y atención y pensamiento alterados. Estas respuestas suelen ser formas muy útiles e inmediatas en que la mente y el cuerpo se coordinan para situaciones emergentes.

El cerebro procesa las emociones en una serie de pasos. En primer lugar, la información entrante debe valorarse y asignarse un valor emocional. Este proceso suele ser muy rápido y puede ir más allá de nuestra conciencia. Aun así, nuestra reacción emocional inicial depende de una serie de sesgos y contextos individuales. Entonces podemos identificar y sentir la emoción. Dependiendo de la situación social, es posible que tengamos que regular la expresión de esa emoción. Por ejemplo, hay momentos en los que podemos querer expresar rabia o disgusto, pero tenemos que mantener la calma a pesar de todo.

 

Neuroanatomía emocional


La respuesta emocional reflexiva inicial a algo en nuestro entorno ocurre muy rápidamente y, a menudo, elude el control consciente. Estas respuestas ocurren en una parte antigua de nuestro cerebro conocida como sistema límbico. A diferencia de la corteza desarrollada más recientemente, el sistema límbico tiene menos capas de neuronas para procesar información. El resultado es rápido, pero como muestra nuestra experiencia, tampoco siempre integra toda la información relevante.

Los límites del sistema límbico se describen de manera inconsistente en la literatura y parecen expandirse o contraerse para adaptarse mejor a los intereses del escritor. Las funciones del sistema límbico también se extienden más allá de la emoción para incluir la memoria, el olfato y la función autónoma. Los componentes más importantes del sistema límbico para la emoción incluyen la amígdala, el hipotálamo, la corteza cingulada y el área tegmental ventral. Estas estructuras generalmente tienen en común un tipo de estructura cortical más simple (menos capas de neuronas que seis) y todas están ubicadas más cerca del centro y la base del cerebro. Si bien se ha enfatizado la importancia del sistema límbico en la emoción, estas estructuras también están influenciadas por otras áreas del cerebro, particularmente la corteza prefrontal.

 

Evaluación


Hay varios sistemas diferentes en el cerebro que conectan un estímulo con un valor emocional. Estos sistemas también están muy conectados con la motivación, ya que nuestras emociones a menudo nos llevan a la acción. Los sistemas emocionales no existen de forma aislada, sino que se comunican e influyen entre sí.

El primer sistema involucrado en la evaluación es el sistema de recompensa dopaminérgico, que involucra el área tegmental ventral y el núcleo accumbens. Estas estructuras se asientan en el centro y la parte inferior del cerebro, aproximadamente al nivel de los ojos y tan atrás como las sienes. Este sistema responde a las recompensas y nos motiva a repetir algo que se siente "bien".

El segundo sistema involucra los circuitos de las amígdalas. Estos son dos grupos de nervios del tamaño de una almendra que se asientan en cada lóbulo temporal. Estos predominantemente median respuestas de ira, miedo y agresión.

Otras estructuras, como la ínsula, también están involucradas con la emoción. La ínsula (cueva del significado) es una región del cerebro metida detrás del pliegue del lóbulo frontal y temporal en el lado del cerebro. La parte anterior ayuda a mediar reacciones de asco.

 

Reconocimiento Emocional


Una vez que estas estructuras asocian un estímulo con un valor emocional particular, comienza una reacción estereotipada. Por ejemplo, la amígdala está conectada con el hipotálamo y puede estimular un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, los cuales son una parte importante del miedo o la ira. La ínsula está conectada a las vías nerviosas viscerales que pueden hacer que el estómago sienta náuseas. Nuestro cuerpo puede detectar estos síntomas y reconocer una emoción.

Además de notar cambios en el cuerpo, los centros de emoción se proyectan a áreas de la corteza que nos permiten reconocer que se está produciendo una emoción. Por ejemplo, los circuitos de recompensa se proyectan a la corteza orbitofrontal medial, lo que nos ayuda a determinar acciones futuras en función de la información emocional.

 

Regulación de la emoción


Hay momentos en los que una emoción debe ser regulada. Por ejemplo, no deberíamos reírnos en un funeral aunque alguien lleve un vestido ridículo. A medida que surge una emoción, es posible que tengamos que regular la expresión de esa emoción. Podemos tratar de reprimir la emoción al no permitir que nuestra cara o nuestro cuerpo muestren naturalmente lo que sentimos. Por ejemplo, si vemos un tigre, nos

Todavía trato de comportarme con valentía. Podemos reevaluar, lo que significa reformular conscientemente el contexto del estímulo que primero nos emocionó. Por ejemplo, podemos recordarnos a nosotros mismos que en realidad es solo una imagen de un tigre en lugar de algo real.

La corteza orbitofrontal se activa en casos de regulación emocional, y el daño a esta región puede causar impulsividad e incapacidad para regular las emociones iniciales. El ejemplo más famoso es Phineas Gage, un capataz de ferrocarril que sufrió un accidente que envió una gran barra de hierro a través de esta parte de el cerebro. Según los informes de su médico, se mostró más emotivo e impulsivo poco tiempo después del accidente. Otros estudios han demostrado que los pacientes son incapaces de reevaluar un valor emocional cuando cambian las condiciones. Por ejemplo, en un experimento en el que dichos pacientes cambian de una tarea de juego, es más probable que elijan grandes recompensas a corto plazo a pesar de saber que no les conviene a largo plazo.

En general, muchas personas han sugerido que el lado derecho de nuestro cerebro está más involucrado en el procesamiento de emociones como el miedo, la tristeza y el asco. Se ha sugerido que el hemisferio izquierdo está más involucrado con la felicidad y quizás con la ira. Estas son probablemente simplificaciones excesivas, aunque varios estudios respaldan el concepto básico.

 

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